El secreto del cambio está en enfocar tu energía, no en la lucha contra lo viejo, sino en la construcción de lo nuevo
Sócrates
El concepto de Síndrome de Burnout, también conocido como “desgaste profesional” o “estar quemado” se describe por primera vez por Freudenberg en la década de los años 70 como “un agotamiento de la energía experimentada por profesionales cuando se sienten sobrepasados por los problemas de los demás.”
Desde entonces, ha suscitado un interés intermitente y fluctuante que se traduce en distintos estudios, coloquios y publicaciones, con la intención de aportar claridad y sobre todo soluciones a un tema complejo y multifactorial como es éste.
El crecimiento exponencial en los últimos años de disciplinas como el Coaching y Mindfulness han permitido también complementar el abordaje del mismo, con una perspectiva muy práctica y eficaz.
PERO ¿QUÉ ES EXACTAMENTE EL SÍNDROME DE BURNOUT?
Es un síndrome secundario a una inadecuada gestión del estrés crónico en el ámbito laboral, que se desarrolla en aquellas profesiones o servicios caracterizados por una atención intensa y prolongada a personas que están en una situación de necesidad o de dependencia.
Su principal característica es que quien lo experimenta desarrolla una idea de fracaso profesional (fundamentalmente en relación a las personas hacia las que trabaja), con una vivencia de encontrarse emocionalmente agotado y también con actitudes negativas hacia el entorno, tanto a quienes reciben su atención como a compañeros de trabajo.
Esa sensación de fracaso profesional inevitablemente afecta otras áreas de la vida como son el entorno familiar, social y sobre todo la propia autoestima, lo que conduce a un círculo vicioso que influye negativamente en nuestro derecho (y obligación) como seres humanos, a sentirnos plenos y felices en nuestro día a día.
Sus síntomas y signos se estructuran en 3 dimensiones:
- Agotamiento emocional (AE): Sentido de sobrecarga y empobrecimiento de recursos; se “vacía” la capacidad de entrega a los demás y se experimenta una sensación de imposibilidad mantenida de enfrentar las situaciones.
- Despersonalización (DP): Sentido de desapego excesivo, respuesta impersonal, incluso insensibilidad hacia los sentimientos y necesidades de los otros, con actitudes de aislamiento de cariz pesimista y negativo, (su intención a menudo inconsciente, es la de protegerse del agotamiento emocional).
- Falta de realización personal (RP): Sensación de que no importa cuánto se trabaje, la situación no va a mejorar, (emerge de forma recurrente el pensamiento limitante de: “total, ¿para qué?”)
La prevalencia asombrosamente alta permite afirmar que es una realidad y no un concepto que fluctuantemente esté de moda.
Se confirma según las distintas publicaciones, que una tercera parte: uno de cada tres profesionales de la salud experimenta síndrome de Burnout de forma completa o al menos con alguna de las áreas afectadas en algún momento.
La experiencia diaria en los distintos centros de trabajo, refleja que probablemente el porcentaje sea incluso mayor.
Pero aceptar que a veces nos vemos sobrepasados, que nuestras resistencias físicas, emocionales y mentales tienen límites, y que necesitan recargarse, se asocia en ocasiones a una errónea percepción de debilidad, y/o aptitud insuficiente para nuestro trabajo.
Como dice Dr Drumond existe un condicionamiento subconsciente en los profesionales de la salud reforzado durante la formación universitaria, que determina nuestro desempeño, la percepción de nuestra actividad y por tanto nuestra resiliencia.
Según ese condicionamiento, ser un profesional de la salud implica: Poder con todo,(el “superhéroe”), trabajar muy duro incluso a expensas de restar tiempo a nuestra vida personal, mostrarnos siempre fuertes y ser perfeccionistas.
Si a él, se suman a otros aspectos del sistema y el entorno: como son la precariedad laboral, la sobrecarga asistencial, los objetivos burocráticos, falta de comunicación en los equipos, etcétera, se configura el clima ideal para que ese estrés necesario para mantenernos activos y enfocados en lo que queremos lograr (eustrés), se transforme en un tipo de estrés que agota de forma progresiva nuestros recursos (distrés), el cual si no se gestiona de forma adecuada evoluciona inevitablemente al síndrome de Burnout.
La diferencia entre Burnout y estrés, (incluso si éste transcurre por períodos prolongados), radica en la capacidad y la habilidad que pueda tener cada uno para responder a los desafíos y recobrarse del “drenaje de energía” que se produce en cada situación o situaciones vividas como estresantes.
Pueden existir momentos de fluctuación de nuestra energía, y ánimo, en el día a día (es parte de la vida misma), muchas veces influidos por circunstancias personales que repercuten también en nuestro desempeño laboral.
Pero habitualmente esa recuperación de experiencias vividas como estresantes se produce con descansos, y desconexión.
En el Burnout, en cambio, los mecanismos de recuperación habituales no son suficientes, ni eficaces, llegando incluso a no querer volver al trabajo, porque el desencadenante sigue allí y no hay capacidad de gestionarlo.
¿QUÉ SE PUEDE HACER?
Un primer paso es tomar conciencia, reconocer los síntomas físicos, emocionales, y mentales que nos “dicen” que algo no está funcionando y que nos invitan a tomar una dirección diferente en nuestra forma de hacer las cosas.
Síntomas como pueden ser dolores osteomusculares, cefaleas, algunos trastornos digestivos, dificultad para conciliar el sueño, apatía, tendencia al asilamiento, rumiación de ideas, ansiedad e irritabilidad, entre otros.
Ante frases como: “No estoy seguro de cuánto tiempo más podré seguir así”
Es fundamental considerar la importancia cultivar una sana autoestima, y tener presente la existencia de fortalezas y también debilidades que nos hacen humanos, y no solo técnicos profesionales que ayudan a otros.
En vez de juzgarnos, se trata de aprender interpretar los mensajes que nos damos a nosotros mismos, y usarlos a nuestro favor
Utilizar ese reconocimiento como palanca de cambio y DECIDIR, una acción diferente para obtener un resultado diferente. Puede ser pedir ayuda a un profesional, (un coach por ejemplo), un grupo de apoyo, programas de Mindfulness que permiten aprender y aplicar de forma práctica técnicas de relajación y contemplación con resultados demostradamente favorables, e innumerables recursos disponibles en medios o en literatura de expertos en el tema.
Ver las oportunidades en nuestro día a día:
– Entender que es importante prestar atención a otras áreas de nuestra vida
– Aprender a expresarnos de forma más asertiva.- Evitar comparaciones con otros compañeros, (siempre habrá alguien que haga mejor o peor las cosas), y dirigir el foco de nuestra atención a sumar el potencial de cada uno en los equipos, para que todos ganen.
Dra. Stella Maris Méndez
GdT en Salud Basada en las Emociones