Es frecuente que los estilos de vida no saludables (consumo de tabaco y consumo de riesgo de alcohol, inactividad física y/o alimentación no saludable) se asocien y contribuyan al desarrollo de enfermedades crónicas como las enfermedades cardiovasculares, el cáncer o la diabetes tipo 2. De forma conjunta estos estilos de vida suponen el 50 % de las muertes prematuras globalmente. Los estudios nos dicen que la mayoría de los adultos presentan dos o más estilos de vida no saludables, y el 25% tres o más. En algunas ocasiones tiene sentido tratar de cambiar dos o más estilos de vida al mismo tiempo, por ejemplo, comer más sano y volverse más activo para perder peso. Sin embargo existe la duda de si es mejor un abordaje de los estilos de vida no saludables por separado, o su abordaje al mismo tiempo. En el estudio recientemente publicado Multiple Risk Behavior Interventions: Meta-analyses of RCTs han realizado una revisión sistemática, meta análisis y meta-regresión, de la efectividad de las intervenciones múltiples sobre los comportamientos de riesgo.
Los resultados del estudio nos dicen que las intervenciones analizadas, que comprenden la educación y la capacitación en habilidades, se asociaron con modestas mejoras en la mayoría de los comportamientos de riesgo (incremento del consumo de frutas y verduras, la actividad física y la reducción de la ingesta de grasas). Aunque se encontraron reducciones en el consumo de tabaco, estas parecen estar asociadas negativamente con la mejora de otros comportamientos (como la dieta y la actividad física). La evidencia preliminar sugiere que intervenir sobre el consumo de tabaco de forma separada es más efectivo que hacerlo conjuntamente con otros comportamientos de riesgo.
Este estudio ha sido analizado y comentado en la página web Dissemination Centre Discover Portal del National Institute for Health Reserach NHS. Las orientaciones actuales sobre este tema de la NICE no se posicionan sobre si debemos intervenir sobre los estilos de vida de forma simultánea o secuencialmente. En cambio, describe muchos principios del cambio de conducta y las mejores prácticas a considerar, incluyendo:
- Asegurar que las intervenciones se basen en una evaluación de las necesidades y conocimientos de las personas a las que van dirigidas.
- Establecer sobre qué comportamientos específicos vamos a intervenir y por qué.
- Priorizar las intervenciones más costo-efectivas, o aquellos programas que dispongan de la mejor evidencia.
La revisión sugiere que sería razonable considerar la posibilidad de abordar el consumo de tabaco por separado de la dieta y la actividad física, en lugar de al mismo tiempo. Como las intervenciones para dejar de fumar son eficaces y fumar causa directamente una cuarta parte de las muertes por cáncer, puede valer la pena abordar este comportamiento primero. Sin embargo, es probable que exista una gran variación entre los individuos en términos de lo que funciona mejor para ellos, por lo que esta revisión no debe desalentar a la personas a abordar más de un cambio de conducta en salud al mismo tiempo si están suficientemente motivados para hacerlo.
Paco Camarelles
del Grupo de Educación Sanitaria y Promoción de la Salud del PAPPS