La presencia de los médicos y la Medicina en la obra maestra de L. Durrell resulta tan chocante, por lo que tiene de constante y diverso, que se podría pensar que el propio Durrell confiere a estos profesionales o a la ciencia que estos practican un papel metafórico en la misma. Cabe aventurar que la Medicina y sus protagonistas representan una especie de hilo conductor, una especie de leit motiv, una constante que impregna gran parte de las escenas y que a su trasluz confiere a estas un significado especial. El sentido quizás sea el de descubrir lo propiamente humano, pues “El Cuarteto” es ante todo un bellísimo canto a lo humano en sus dos dimensiones más significativas: la sentimental y la física. La primera tiene sin duda en el amor la emoción dominante, pero a su vez y como surgidas de esta, se encuentran también todas aquellas otras emociones subsidiarias, de las que muchas representan los diferentes matices en positivo y otras solo pueden entenderse como sus variedades opuestas. Esta dimensión está representada sobre todo por Darley y sus amantes Justine, Melissa y Clea pero también por Pombal y Fosca, por Mountolive y Leila o Liza o por esta y Pursewarden y abarca casi todos los espectros posibles, desde el amor incestuoso de estos últimos al prohibido de los primeros.
La segunda dimensión, la física, la representan los propios médicos Balthazar y Amaril con los que Durrell parece querer simbolizar una sensibilidad ligada y limitada por lo corporal y que tiene por una parte en el dolor, la enfermedad y en la muerte (sin duda también en todas las múltiples contingencias de lo finito) sus constantes más insistentes. Pero por otra parte, precisamente son estos propios médicos los que con sus acciones y actitudes representan el contrapunto necesario al idealismo retórico de los mundos creados por los primeros en el escenario fantástico de una ciudad mítica que desde luego no es ninguna Alejandría conocida por ninguno de nosotros, pero menos aún por aquellos que viajaron en un paquete turístico a Egipto. Con estas dos grandes visiones contrapuestas y complementarias a la vez, en un paralelismo similar al que representó en su dia la sensualidad voluptuosa y mística de Cleopatra y el fanatismo de Hipatia, este inglés genial nos ofrece una obra para que la interpretemos, analicemos y aprendamos con ella, pero sobre todo para que la disfrutemos.
Pero ¿cómo son los médicos de la Alejandría de Durrell? Mientras que por una parte el judío Balthazar tiene el carácter de figura protagonista, hasta el punto de que el tercer libro lleva su nombre y es a través de sus impresiones que el lector en gran parte puede construir él mismo algunos de los otros personajes, Amaril aparece sin embargo como una figura huidiza, referencial, casi fantasmagórica, que por si mismo no nos cuenta nada (salvo tal vez y muy brevemente al final de la obra), siendo el relato de los otros personajes el que nos permite imaginar a un hombre siempre dispuesto, al que nadie parece reprochar nada y todos agradecen, un hombre ignoto y celoso de sus responsabilidades…y que sin embargo al final la confesión del amor que Clea, mujer de carácter fuerte e independiente, le profesa, nos desconcierta y engrandece su esquiva figura… [artículo completo]
Roger Ruiz Moral