Estamos actualmente en un momento históricamente muy relevante. Tanto en el área de la Salud como en muchas otras, la cantidad de información, conocimientos y tecnología progresivamente disponibles, nos ofrecen accesibilidad de forma casi inmediata a infinidad de oportunidades y opciones enfocadas generalmente hacia el bienestar en nuestras vidas, tanto personal como profesionalmente.

Todo ello nos sumerge de forma inconsciente a experimentar una cultura de la inmediatez donde las respuestas y las soluciones a nuestros problemas tienen que aparecer de forma rápida (y cuanto más fáciles mejor) para poder actuar con celeridad y evitar todo aquello que creemos que nos puede ocasionar malestar, peligro o dolor.

Pensemos por un momento: ¿cuántas veces muchos de nuestros pacientes acuden a nuestra consulta solicitando “algo”, o “una pastilla”: para estar más relajados, para dormir mejor; para estar más despiertos, para estar más activos , para “cortar la tos”, para… y una larga lista de etcéteras…?

Sin ninguna intención de ofender a nadie, lo que esto traduce, es que todos (incluidos los pacientes y nosotros mismos) queremos soluciones rápidas, que nos ahorren tiempo y nos eviten malestar.

No obstante debemos recordar que la vida tiene y requiere en ocasiones sus tiempos, y sus procesos.

Se necesitan momentos de recuperación psicofísica tras la respuesta a una situación percibida como estresante. También son necesarios los mecanismos adaptativos que nos permitan mantener el equilibrio para actuar adecuadamente en nuestro día a día, en muchas instancias de ese tipo, con nuestros pacientes y en la vida personal.

Cuando esto no sucede ya sea porque esos mecanismos no son capaces de funcionar o por exceso de factores estresores, se experimentan las consecuencias físicas, emocionales y sociales de ese desequilibrio, y se genera el sustrato idóneo para patologías más complejas.

Existen estudios y publicaciones que evidencian que actualmente más de un 70% de la población está afectada de una forma u otra por el estrés, es decir que no se trata sólo de síntomas puntuales, sino de situaciones que en muchos casos motivan una baja laboral por dicha causa, lo que supone la Epidemia del siglo XXI (Dr.V. Vidal)

 

¿De qué manera ese mecanismo o proceso psicológico determina enfermedades más graves? 

Antes de seguir es importante comprender que no existe una visión única del “estrés”, se le denomina: fenómeno, estado o proceso y solemos referirnos a él como sinónimo de tensión ansiedad nerviosismo angustia o desazón.

Pero también es importante discernir que la intención subyacente de esta reacción es la de protegernos frente a situaciones percibidas como amenazantes y que en su vertiente más positiva el “eustrés” es necesario en nuestra vida diaria para actuar y superar los desafíos en nuestro desarrollo y crecimiento personal.

Sin duda no hay una respuesta única, ni tampoco absoluta, pero lo que si se sabe es que el mecanismo del estrés presenta una relación en red de todos sus componentes: psíquicos, biológicos y sociales.

A modo de resumen recordemos que las vías clásicas del estrés involucran inicialmente al Hipotálamo integrando las aferencias viscerales y sensoriales y éste a su vez activaría dos rutas paralelas que también interactúan entre sí: el eje SAM (Simpático-Adreno-Medular) y el eje HPA (Hipotalámico-Pituitario-Adrenal), produciendo la liberación de mediadores neurohormonas como se observa en la tabla.

 

 

Un aspecto muy importante y progresivamente relevante a destacar es el papel de las citoquinas y del mecanismo pro inflamatorio que se genera como consecuencias de la actividad neuro hormonal, vinculada al estrés. Se ha comprobado que afectan también el sistema inmune y crean el microambiente propicio para el desarrollo de patologías como el cáncer y deterioro cognitivo tipo Alzheimer, ELA entre otras.

Somos una unidad, nuestros sistemas están todos relacionados entre sí, e inevitablemente un síntoma en uno de ellos puede expresarse en los demás.

Sabemos que el estrés está también vinculado a la manifestación de enfermedades como la hipertensión arterial, la cardiopatía isquémica, el síndrome ansioso depresivo, y los trastornos digestivos como el colon irritable… la lista sería casi interminable.

Lo importante es comprender cuando el sistema nervioso está equilibrado, las defensas están óptimas y sabemos que los estados estresantes, deprimentes y crónicos, son estados pro inflamatorios, y por lo tanto precursores de las patologías vinculadas a los mismos. Esto está demostrado. (Dr.P.Gascón)

 

¿Qué se puede hacer? 

Lo primero es aceptar que el estrés requiere un abordaje multifactorial, y de lo que se trata es de reconocer y potenciar esas cosas que SÍ podemos hacer para gestionarlo mejor y prevenir sus consecuencias. No hay que ser alarmistas, hay que ser realistas y ser conscientes de que siempre hay algo que se puede hacer. Por ejemplo, podemos adoptar medidas preventivas con acciones muy sencillas que nos permitan prevenir y disminuir el impacto del “distrés” en nosotros y nuestro entorno, y sobre todo lograr una mejora significativa en la calidad de nuestras vidas. Otra posibilidad es hacer una lista que recoja algunas ideas para luchar contra el estrés.

 

Por ejemplo:

  • Dormir bien, un descanso adecuado de buena calidad
  • Alimentarse bien (no se trata de “prohibir”, se trata de elegir la alimentación sana libre conservantes, de grasas saturadas, lo más natural posible, balanceada y agradable, y si se comente alguna transgresión de vez en cuando: ¡no pasa nada!)
  • Realizar alguna actividad física: moverse no sólo mejora nuestro cuerpo sino que también cambia nuestro estado
  • Evitar tóxicos: no sólo medioambientales ni en la alimentación, también evitar situaciones tóxicas en nuestro entorno con discusiones que no conducen a nada, aprender y potenciar la asertividad, lo que pensamos también puede ser tóxico muchas veces: hay que aprender a ver las potencialidades que si tenemos, y las cosas de las cuales podemos estar agradecidos cada día, por triviales que puedan parecernos.
  • Aprender a meditar y a relajarse: no se trata de irse a una montaña en postura de loto todo el día, se trata de sentarse a veces por espacios de sólo 5-10 minutos, conectar con la respiración, y aprender a observar y escuchar nuestro cuerpo, nuestras emociones y sensaciones.
  • Cuidar las otras áreas de nuestra vida: nuestras relaciones, nuestros vínculos con amigos, familia, con nosotros mismos, crear espacios de tiempo en la agenda aunque sean breves pero de forma regular para esas otras áreas: la vida es algo (bastante) más que Medicina.
  • Mejorar el ambiente en el que trabajamos: poner música, mantener una iluminación y ventilación.

 

“Hay etapas tediosas durante este recorrido, y el secreto consiste en convertir esas etapas en un encuentro con uno mismo”

Paulo Coelho

 

Dra. Stella Maris Méndez

Grupo de Trabajo de Salud Basada en las Emociones