La entrada «Poca cama, poco plato y mucha suela de zapato», publicada en el blog de la Guía Terapéutica de la semFYC, me ha gustado mucho. La idea de usar la actividad física como una medicina a utilizar dentro del arsenal terapéutico me parece buena, por lo menos como coadyuvante a la prescripción de fármacos ante los problemas de salud que vemos en la consulta.
Recordar solo el artículo de revision de 2015 “Exercise as medicine – evidence for prescribing exercise as therapy in 26 different chronic diseases“. Esta revisión proporciona al lector la base actualizada, y basada en la evidencia, para prescribir el ejercicio como medicina en el tratamiento de 26 enfermedades diferentes: enfermedades psiquiátricas (depresión, ansiedad, estrés, esquizofrenia); Enfermedades neurológicas (demencia, enfermedad de Parkinson, esclerosis múltiple); Enfermedades metabólicas (obesidad, hiperlipidemia, síndrome metabólico, síndrome de ovario poliquístico, diabetes tipo 2, diabetes tipo 1); Enfermedades cardiovasculares (hipertensión, cardiopatía coronaria, insuficiencia cardíaca, ictus cerebral y claudicación intermitente); Enfermedades pulmonares (enfermedad pulmonar obstructiva crónica, asma, fibrosis quística); Trastornos músculo-esqueléticos (osteoartritis, osteoporosis, dolor de espalda, artritis reumatoide); Y el cáncer. En cada enfermedad revisada nos informan del efecto de la terapia de ejercicio en la patogénesis de la enfermedad y los síntomas, los estudios que lo avalan, y se discuten los posibles mecanismos de acción. También el tipo y la dosis óptima de ejercicio físico para cada enfermedad. No se olvidan de las contraindicaciones que en la mayoría de las enfermedades no existen, o son de sentido común como puede ser minimizar el riesgo de caídas en el caso de osteoporosis por ejemplo.
El artículo finaliza con una acertada visión del tema:“En el mundo de la Medicina es tradicional prescribir el tratamiento que se sabe que es el más eficaz, basado en la evidencia, y que conlleva el menor número de efectos secundarios o riesgos. La evidencia sugiere que en ciertos casos el tratamiento con ejercicio físico es tan efectivo como el tratamiento médico y, en situaciones especiales, más eficaz o aumenta su efecto. El conocimiento acumulado es ahora tan extenso que tiene que ser implementado. Aunque todavía hay una necesidad de definir el tipo y la dosis óptima de ejercicio, es el momento ahora de que los sistemas de salud creen la infraestructura necesaria para asegurar que el ejercicio supervisado pueda ser prescrito como medicamento”.