No podría yo, a estas alturas, aportar muchos datos, aunque sí me gustaría analizar con vuestra ayuda algunas variables:
Se considera que entre los factores que más influyen en el burnout de los profesionales está la frecuente asistencia de los pacientes y el escaso tiempo de que disponemos para dedicar a cada uno de ellos [1]. Yo me atrevería a matizar no sólo el gran número de pacientes sino la cantidad cada vez mayor de problemas que plantea cada paciente, porque un paciente al médico de familia (por lo menos a mí) casi nunca va a plantearle sólo una cuestión sino que aunque en principio viene por algo concreto aprovecha ya para comentar al menos otras dos o tres cosas más que le preocupan. Y si además eres uno de estos a los que les gusta aprovechar la visita para revisar que el protocolo de turno está al día, registrar correctamente cada cosa que has hecho, incluso que le has dado el consejo pertinente y además aprovechas para repasar que la medicación que tiene puesta en su receta electrónica es correcta y no estás cayendo en un acto de inercia prescriptiva… el acto se puede hacer eterno. Por no añadir otras cuestiones como las terribles interrupciones, por ejemplo: la del acompañante de turno cuando aprovecha para meterte una cuñita “de lo suyo”, cuando vienen a avisarte para decirte que tienes un dolor precordial en la sala de curas o cuando te ponen un aviso urgente a mitad de consulta.
Y puede que llegados a este punto, alguno piense ¿No será que tú también estás un poco quemado? Pues verás, el burnout se ha definido como una respuesta al estrés laboral crónico integrado por actitudes y sentimientos negativos hacia las personas con las que se trabaja (actitudes de despersonalización), al propio rol profesional y también por la vivencia de encontrarse emocionalmente agotado [2].
En mi caso, al menos de momento, me encanta decir que soy médico de familia de primera línea de batalla, es decir de los que se ven a diario a todos sus pacientes y los que le toquen en los repartos de ausencias (porque mira que cuesta hoy en día encontrar suplentes…). Que no tengo ningún sentimiento negativo hacia nadie y que, al final del día, me siento físicamente e intelectualmente agotado. Sin embargo, emocionalmente hablando, he de reconocer que soy muy feliz con mi profesión.
La bibliografía dice que el médico quemado llega a dejar de tomar en cuenta sus necesidades personales, hasta terminar por sentirse aplastado en sentimientos de impotencia, ansiedad y falta de autoestima que terminan destruyendo sus cualidades como trabajador. Y esto en nuestra profesión, dura y competitiva desde el mismo instante en que uno piensa en estudiar Medicina, es una auténtica faena.
La cuestión es: ¿Qué podemos hacer?
Yo soy médico de familia y como tal cuando el problema me sobrepasa me planteo derivar al paciente a un especialista que sepa más que yo. Así pues, si tu problema es importante, si tienes síntomas realmente graves y más aún si se te planteas de manera repetida y elaborada algún tipo de ideación relacionada con poner fin a todo de manera dramática, no lo dudes, habla con un especialista. Sin más. Sin problema. Sin ningún complejo. Nosotros también somos personas y tarde o temprano: todos somos pacientes.
Si aún no has llegado a sentirte tan mal es bueno seguir buceando entre las cosas que nos cuentan los expertos. Goleman en su libro Inteligencia Emocional [3] aporta algunas ideas cuando habla del control de la preocupación, lo tomo como referencia y te propongo que lo primero busques en la raíz de tu problema:
Haz tu lista personal de las 10 cosas que más te preocupan y puntúalas en función de cómo te hacen sentir. Cuando la tengas, uno por uno coge a cada problema y, acompañado de bolígrafo y papel, pregúntale:
1. ¿Realmente es tan importante como para merecer esta puntuación?
2. ¿Tengo alguna alternativa de acción?
3. ¿Me aporta algo seguir pensando en esto una y otra vez?
4. ¿Puedo hacer algo más?
Y llegados a este punto, añadamos un ítem más:
5. Desvía tu atención hacia alternativas positivas para tí.
Sobre este punto 5 me atrevo a sugerirte algunas soluciones que también proponen los expertos:
• Gestiona tu tiempo en la medida que puedas.
• Disfruta de la naturaleza.
• Practica ejercicio físico.
• Pide ayuda a tus amigos, tus compañeros, a tu familia y a todo aquél que pienses tiene un espíritu suficientemente positivo como para resultarte un buen refuerzo.
• Evita el perfeccionismo excesivo y no te impongas expectativas irreales.
Hoy quisiera además sugerirte una herramienta que seguro te resultará familiar: La Música.
Platón decía que la música representa para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo. A mí por ejemplo, al final de uno de esos días tan duros que con frecuencia tenemos, me encanta escuchar la canción Acuarela cantada por Toquinho [4]. Siempre me gustó la dulzura de su ritmo y la sencillez con la que propone ser tú mismo el autor de tu destino.
Si quieres, vuelve a meter en tu buscador la frase: “Musicoterapia como tratamiento para el burnout”, verás como también hay ya bastante publicado (me salen 121 resultados en 0.05 segundos). Los efectos curativos del sonido combinado con el movimiento ya se remontan a las tribus más primitivas cuando el médico era además considerado brujo, shamán o sacerdote.
En su desarrollo han contribuido muchos expertos investigadores y musicoterapeutas. La Musicoterapia es considerada, de hecho, una profesión de grado universitario en muchos países.
Según Pilar Camacho Sánchez [4], la musicoterapia se interconecta con el psiquismo humano hasta contribuir con su liberación catártica que prevalece en el entorno terapéutico. La música puede relajar o activar, inhibir o excitar según sea el objetivo.
Hay algo que apunta esta misma autora y es que el proceso musicoterapéutico ha de ser analizado desde tres perspectivas: artística, creativa y científica. Perspectivas que son perfectamente compatibles si se hace de la manera idónea: definiendo variables, recogiendo la información oportuna y analizando correctamente los resultados.
Desde luego que la musicoterapia es mucho más que el efecto relajante y positivo que tiene para todos nosotros escuchar nuestra música preferida. Son muchas las disciplinas relacionadas con ella cuyo desglose sobrepasaría los objetivos de este artículo y los humildes conocimientos de su autor. Pero hay algo de lo que no tengo la menor duda y es su beneficio sobre el estado anímico y su potencialidad preventiva sobre el desgaste emocional.
Desde la revista Noticias Semfyc llevan algún tiempo promoviendo #músicaparaactivarte, para promover el deporte y a partir de ahora también lo harán con música para relajarse y combatir el burnout.
Son buenas noticias: ¡Gracias amigos!
Javier Bris Pertíñez
Coordiador GdT Salud Basada en Emociones de la semfyc.
Dirección de correspondencia: javierbris@medycoach.com